La Historia

El origen de Los Cerrillares es desconocido. El nombre proviene de la palabra cerril, que significa montañoso. La historia conocida comienza con D. Agustín Velasco y su prima hermana Dña. Magdalena Velasco que heredaron las tierras de «El Retamal» de sus padres, los Hnos. Velasco, conocidos como «Los Villarejos» debido a su procedencia del pueblo Villarejo, en las proximidades de Madrid. El «Retamar» se extendía entonces desde la carretera hasta el Maestro Alonso, incluyendo los Olivos de la Leona y La Haza del Enganchá. Contaba con una zahurda y un molino de aceite que es hoy la casa principal de Los Cerrillares. No conocemos la fecha de construcción del molino, ya que todos los documentos se perdieron durante la guerra civil, aunque en un reloj de sol delante del cortijo está inscrita la fecha de 1842. Los dos primos hermanos, D. Agustín y Dña. Magdalena, se dividieron la finca: D. Agustín se quedó con el margen derecho del Higuillo que tenía aprox. 140 fanegas de tierra y Dña. Magdalena con los olivos del margen izquierdo del Higuillo con aprox. 140 fanegas de tierra.

Por la misma época los Hnos. «Los Gregorios», Gumersindo, Gregorio y Gonzalo, poseían desde muchos años atrás las tierras de la Finca «Los Cerrillares» de aproximadamente 900 fanegas con una casa y una zahurda, hoy conocida como el «Cortijo Viejo» de los Cerrillares, construido el año 1868. Los Gregorios vendieron los Olivos del Marchante a D. Juan Román Sosa, quien los pasó en herencia a su yerno D. Pedro Molina.

D. Agustín legó sus tierras del Retamar a su hija María Rosa, casada con el Sr. López de Córdoba. Estos Sres. la vendieron a D. Blas Cazo Casado de Écija, que a su vez compró Los Cerrillares de Los Gregorios. D. Blas arrendó las tierras a los Hnos. Rodríguez Caroches, Clemente, Juan, Antonio y José, conocidos como «Los Ruteños» del pueblo Rute, durante aproximadamente 30 años. Estos Sres. mantuvieron la finca en muy buen estado, quitaron mucho monte, talaron todos los árboles y labraron las tierras. Sus 90 vacas, 600 ovejas, 200 cabras, 100 cerdos de cría y 400 cochinos de montañera se alimentaban exclusivamente de la finca. D. Blas contrató también a D. Antonio Rodríguez de León, ingeniero de minas, y explotó algunas minas de hierro en la finca, p. ej. en el Maestro Alonso, la mina del Quemado, en el arroyo del Marchante y cerca de la Cañada de los Lobos. Por problemas económicos, se vio en la necesidad de vender la finca a D. Jerónimo Domínguez, Marqués del Contadero.

El Marqués del Contadero, alcalde de Sevilla, siguió arreglando la finca, instalando la luz eléctrica en el cortijo. Compró varias parcelas de olivar que se encontraban en la zona de la Leona. Alrededor de 1955 reforma el molino, construyendo una segunda planta con vigas y tapando las tinajas que había entre la casa principal y la casa del molinero. Esta casa era más pequeña y le añadió una ampliación que pasaría a ser la casa del guarda. Su primer encargado, Luis de Berrocal, vino a vivir a esta casa con su familia y con su sobrino Antonio Longo, que tenía un hijo recién nacido. Luis fue trasladado a otra finca del Marqués y Antonio Longo lo sustituyó en el puesto de encargado y guarda mayor. Muere trágicamente en 1978 en un accidente de carretera yendo de la finca a la feria de la Puebla. Su hermano, Manuel Longo, hasta entonces casero y ocupante de la Casa del Casero del Cortijo, hoy un apartamento denominado «Los Lobos», pasó a ser encargado y guarda mayor de Los Cerrillares.

Cuando la finca pertenecía al Marqués del Contadero había otro guarda, Manuel de Almadén de la Plata, que vivía en el Cortijo viejo. Durante las temporadas de invierno siempre caían relámpagos sobre este cortijo y por eso pasaba los inviernos en la casa china, que se construyó precisamente por esta razón, y los veranos en el cortijo, hoy denominado «El Pantano», donde murió. El Marques de Contadero legó en herencia la Finca a su hija, Dña. Concepción de Ávila, que se casó con D. Francisco Javier Mencos Fajardo, Marqués de las Navas y Navarra.

D. Javier realizó muchas obras en la finca de 1945 en adelante, ejecutadas por D. Manuel Abril Domínguez de La Puebla y por un albañil de Carmona, apodado Labumba. Pusieron el teléfono, ampliaron el pozo de Tajar, construyeron varias naves, las dos albercas, cambiaron el techo de la casa principal de tejas por uralita italiana y levantaron el cortijo para los trabajadores donde hoy se encuentra el hotel. Todas estas obras, así como muchas faenas de labor en la finca estuvieron ampliamente subvencionadas por el gobierno. También llevó a cabo varios cambios de terrenos. Para conseguir los olivos del Marchante cambió el cerro de Tío Mateo, hoy dentro de la Finca «La Florida» de Pedro Molina Lisboro, dueño de «El Marchante» en herencia. Con Manuel Hinojosa Santana cambió un trozo de tierra entre las fincas «Piedrasblancas» y «El Monte» por un trozo de terreno en «Piedrasblancas». Con Cristóbal Román Sánchez cambió la entrada desde la carretera por un terreno de olivar en «La Leona», debido a la prohibición de Dña. Magdalena a darle paso por su finca «El Retamar». La entrada en aquel tiempo se realizaba por La Finca «El Retamar», pasando por «El Higuillo» donde hoy están las albercas.